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Ni de aquí, ni de allá: pertenecer a uno mismo

¿Y si pertenecer no fuera un punto en el mapa, sino un estado del alma? A veces, las raíces no se clavan en la tierra, sino en decisiones. Y las alas no siempre buscan un destino, sino una forma de ser...

Ni de aquí, ni de allá: pertenecer a uno mismo

¿Y si pertenecer no fuera un punto en el mapa, sino un estado del alma?

A veces, las raíces no se clavan en la tierra, sino en decisiones. Y las alas no siempre buscan un destino, sino una forma de ser.

Esta es una reflexión sobre el movimiento, la identidad, y ese espacio intermedio donde muchas veces nos descubrimos más auténticos que nunca.


Después de algunas semanas de pausa —de esas necesarias, llenas de tránsito interno más que de presencia en redes— volví a mi tierra, Argentina. Volví también a mí. Y con ese regreso, volvió a mi esta frase que atesoro desde hace algún tiempo: “no soy de aquí, ni soy de allá”.

No en el sentido geográfico solamente, sino en algo más profundo.
No pertenezco a un lugar en el mapa, sino a un estado interno que voy construyendo.

Durante el viaje, entre reencuentros y silencios, me di cuenta de que parte del ruido que necesitaba calmar venía de este vértigo constante en el que muchas veces nos vemos arrastradas: mostrar, sostener, producir, estar visibles.

Y me pregunté:
¿qué pasa cuando bajamos el volumen de afuera y nos escuchamos a otro ritmo?

Este espacio, este momento, lo estoy escribiendo desde ahí.

Desde ese ritmo más vivo que inmediato. Más auténtico que efectivo. Desde un deseo de decir sin apuro, de compartir sin exigencias. Y lo que hoy quiero contarte tiene que ver con eso: con habitar el “entre”.

Ese lugar donde ya no somos quienes fuimos, pero todavía no sabemos bien qué seremos. Ese territorio incierto y fértil donde nos reinventamos.

Nací en Felicia, un pueblo del interior de Santa Fe, Argentina. Un lugar donde todos te conocen, donde las reglas no siempre están escritas, pero se sienten con fuerza. Me fui a los 17, como muchas otras personas que buscan estudiar o expandirse. Y cada vez que volvía, notaba que algo había cambiado. Yo ya no encajaba igual.

No era nostalgia. Era una especie de eco. Una nueva forma de mirar lo de siempre. Como si ese lugar ya no pudiera contener la versión de mí que había despertado en el camino. Y con esa incomodidad, apareció una certeza: no pertenecer a ningún lugar no es estar perdida. Es elegir no estar atada.

Descubrí que no encajar puede ser también una forma de libertad.

A lo largo de los años tomé decisiones que, desde afuera, pueden parecer inconclusas o inusuales. No terminé mi tesis, no tengo mi título colgado en la pared. Me fui a vivir en pareja sin casarme —y cuando lo hicimos, fue después de 15 años juntos. Cambié de profesión muchas veces. Y hace tiempo elegí el nomadismo como forma de vida.

Cada una de esas decisiones fue una forma de decirme “sí” a mí misma. De soltar lo que ya no resonaba. De elegir pertenecerme antes que encajar. Y no siempre fue cómodo. Muchas veces dolió. Porque el precio de ser una misma suele ser no cumplir con las expectativas de otros.

Pero aprendí algo: no necesito validarme con títulos ni permisos. No necesito pertenecer a un molde que no me queda. Puedo sentirme entre mundos y aun así, estar entera. Porque el verdadero hogar no siempre es un lugar: a veces es un estado interno. Una elección de autenticidad. Un espacio que se expande con cada paso que damos hacia lo que somos.

Hoy mi brújula es la intuición. Vivo a mi propio ritmo. Elijo lo que me expande, y suelto lo que me detiene. No me guían los algoritmos ni las métricas, sino la intención de vivir con sentido. Y aunque no tenga una dirección postal definitiva, tengo algo mejor: un modo de habitarme.

Porque pertenecer no se trata de encontrar un lugar afuera.
Es un proceso interno.
Una fidelidad a la propia esencia.
Y en ese camino, cada decisión honesta, cada pequeño acto de valentía, construye el hogar más verdadero.


Y ahora te pregunto a vos, que estás leyendo:

¿Dónde estás tratando de encajar, aunque ya no te quede cómodo?
¿Qué pasaría si dejaras de buscar dónde pertenecer…y empezaras a pertenecerte a vos misma?
¿Qué parte de vos está lista para soltarse de las estructuras y fluir con la vida?

Quizás no vivas una vida nómada.
Quizás nunca hayas salido de tu ciudad.
Pero tal vez también te sentiste alguna vez entre dos mundos: entre lo que eras y lo que estás siendo, entre lo que esperan de vos y lo que deseás de verdad.
Ese espacio, ese entre, también puede ser hogar.

Te invito a honrarlo. A elegirlo. A habitarlo con la autenticidad de quien se está creando.


___

Si estas palabras resonaron con vos, te invito a escuchar el episodio de mi podcast.
En él profundizo más sobre esta forma de habitarnos. Te comparto mi propia historia, porque es la que mejor conozco, y confío en que puede ser espejo con la tuya.

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Gracias por estar.


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Con cariño,
Ana





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