Una sensación enrarecida de no ser ni de aquí ni de allá.
Me refugié —como tantas veces— en la escritura, en ese espacio íntimo donde algo siempre se revela. Y apareció una idea que me trajo alivio: soy de acá, de allá… y del medio.
Ese lugar que no tiene nombre, pero sostiene.
Ese estado sutil donde una versión ya se fue y la nueva aún no llega del todo.
Ahí habito hoy.
Ahí estuve, aunque no siempre supe cómo nombrarlo.
Las palabras llegan cuando estamos listas para mirarlas sin miedo.
Y con el tiempo fui comprendiendo que no pertenecer a ningún lugar
no era estar perdida.
Era elegir no estar atada.
Y que ese vacío incómodo que suele aparecer…
no es más que la antesala de mi expansión.
Mientras me entrego a esta filosofía nómada, ausente de certezas, me pregunto:
¿Hace falta tener todo resuelto, visible, integrado… para ser auténtica y mostrar nuestro valor?
No somos sólo lo que mostramos.
Somos también lo que soltamos. Lo que decidimos no explicar más.
Hoy sé que el medio también es un lugar. Uno fértil, aunque invisible.
Es hogar
Dejé una versión de este escrito en video en mi cuenta de instagram, por si te resuena pasarte por allí.
Con cariño,
Ana
Un alma en constante movimiento. Exploradora de experiencias y creatividad.
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Si estas palabras resonaron con vos, te invito a escuchar el episodio de mi podcast.
En él profundizo más sobre esta forma de habitarnos. Te comparto mi propia historia, porque es la que mejor conozco, y confío en que puede ser espejo con la tuya.
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Gracias por estar.
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